Las
carnes para empezar, después las verduras y para terminar la sopa.
Así se come el cocido maragato en Castrillo de los Polvazares: “al
revés”.
Este
precioso pueblo que se levanta a 50 metros del Camino de Santiago,
fue declarado en 1980 Conjunto
Histórico-Artístico y es la primera parada que puede hacer el
peregrino nada más abandonar la ciudad romana de Asturica
Augusta,
la
actual Astorga y nexo del itinerario francés del Camino con otra
ruta milenaria, la Vía
de la Plata.
Los
2.188 metros de altitud que alcanza el famoso monte de los maragatos,
el Teleno, el Tilenus
para
los Astures
y
su montaña sagrada, forma parte del macizo Galaico-Leonés y
contribuye a resaltar todavía más la belleza de Castrillo.
Así, el
empedrado de sus calles junto con las fachadas se tapizan de
escarlata cuando el sol deja caer los últimos rayos. Instante este
al que también debió sucumbir Concha
Espina,
ya que la escritora santanderina gestó en este magnífico enclave su
novela la Esfinge
Maragata, que
le valió el Premio Fastenrath concedido en 1914 por la Real Academia
de las Lenguas.
Cocido Maragato |
Una cultura gastronómica diferente
Podía
haber sido que los arrieros maragatos aplicaran a su cultura
gastronómica la conocida propiedad conmutativa “el
orden de los factores no altera el producto”, o
mejor, que la invirtieran al igual que los tres famosos “vuelcos
del cocido” y de ese modo el orden de los productos no alteraría
el factor, pero lo cierto es que esta singularidad consigue resaltar
la excelencia de este plato.
En
sus largos viajes los arrieros maragatos se llevaban el alimento
sólido en unas tarteras de madera que les servían para conservarlo
durante varias horas, tras largas jornadas laboriosas hacían un solo
descanso y paraban a comer en alguna posada o mesón.
Allí
degustaban la carne cocida que llevaban en las tarteras y después
ingerían la sopa para fortalecer el estomago. Sin embargo, dicen
también que estos hombres de campo se comían primero las carnes, al
ser este el plato más copioso y de mayor alimento de los tres que lo
componen y, de este modo, el segundo y tercer vuelco, no menos
sabrosos pero sí mucho más ligeros, apetecen más después de las
carnes y garantizan la degustación completa del cocido.
No
obstante el argumento que mejor defiende este “revés”
gastronómico es la lógica, no vaciando el caldo de la olla antes de
habernos comido las carnes, pues de lo contrario estas se quedarían
frías.
Una receta al derecho y tres vuelcos “al revés”
Más
de 20 ingredientes hasta 10 tipos de carnes y 5 horas de cocción.
Solo en la última media hora se debe añadir la sal y el truco ya
nos los cantó Rosana,
“A
fuego lento”.
Así
es que vamos con el “primer vuelco”, las carnes: morcillo y
cecina
de vaca, gallina, lacón, oreja, pata, morro, rabo y panceta de
cerdo. Además de tocino, chorizo, morcilla y el “relleno”. Este
último se hará con huevo, ajo, perejil, pan rallado y un poquito de
tocino y morcillo.
En
el “segundo vuelco” los garbanzos, junto con el repollo sofrito y
las patatas.
Y en
el “tercer vuelco” la sopa, que puede ser de arroz de fideos o de
pan. Este último plato, que por su consistencia líquida se supone
el más ligero de los tres, resulta que acaba siendo el más espeso.
Y es que la sopa del cocido maragato, según los expertos, debe
adquirir tal consistencia cómo para que se sostenga erguido un
tenedor.
Acompañar
los “tres vuelcos” con un tinto
del Bierzo
resultará una opción excelente y finalizar con natillas
caramelizadas, roscón maragato, café de puchero y orujo de hierbas
será definitivo.
El secreto de unos garbanzos
Desde
siempre los
garbanzos
han formado parte de la dieta maragata y aunque son muchas las
variantes de esta legumbre una de ellas merece especial atención y
la denominación de “auténtico” garbanzo maragato.
La
textura cremosa, el sabor excepcional y su pequeño tamaño picudo
hacen que este garbanzo denominado “Pico
del Pardal”
(nombre que se asocia a un gorrión por la similitud de su pico con
la del garbanzo) sea la excelencia de las legumbres y forme parte del
Patrimonio Gastronómico de León.
Restaurantes
como el Mesón del Arriero, Hostería Cuca la Vaina, Entrepiedras,
Casa Maruja Botas o Casa Coscolo son algunas de las opciones
recomendadas en Castrillo de los Polvazares tanto en la calidad de
sus productos como en la exquisitez del trato.
Maragatos, un nombre con historia
El
nombre de estas tierras se debe principalmente a sus habitantes.
Viajeros y comerciantes que a lomos de sus mulas y cargados de
salazones y embutidos iban y venían desde Galicia a Madrid y
viceversa.
Han
habido muchos estudios y más “dites y diretes” en relación al
origen de esta palabra, pero al final han sido los maragatos los que
han vuelto a dar otro vuelco, aunque esta vez a la semántica, pues
el gentilicio es el que da nombre a la comarca y no al revés como
sería lo normal.
Así
es que desde el latín mericator
o
mercader, maurellos
o
mauritanos, bereberes o maragas
(esto
último por las bragas que usaban), llegamos a la con razón y en
castellano de la expresión “vois
del
mar (Galicia) y vengos
del
gato (gentilicio conque se conoce a los oriundos de la capital)”.
Por ello y entre tanto viaje de “mar-a-gato” finalmente quedó
consolidado el término maragato para los habitantes, ya no solo los
arrieros de esta comarca leonesa, que por extensión se denomina la
maragatería o País de los Maragatos.
Y si
el revés tiene envés, entonces sería del
gato al mar o del gato al agua, o del mar al plato o para terminar
del agua al mar y así volveríamos a empezar.
COPYRIGHT © MARÍA SANCHEZ BENÍTEZ CANO/ Foto Por Cortesía: Fotolia
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